VIVIR PARA SERVIR
Por. Antero Flores-Araoz
Días atrás, un fraterno amigo Eduardo Gómez de La Torre me pasó un bello texto en que se encontraba la frase: “Quién no vive para servir, no sirve para vivir”.
Impactante la frase, y sobre todo en tiempos de desánimo debido a la falta de credibilidad y mística para el servicio de quienes deberían tenerlas. Muchos de los carentes de credibilidad, nos han gobernado en los tres niveles gubernamentales; incluso nos han representado o nos representan en el Congreso y en el Parlamento Andino, y sin olvidar a varios de los que integraron o integran organismos vinculados con la administración de justicia como son el Tribunal Constitucional, el Poder Judicial, el Ministerio Público, y el Consejo Nacional de la Magistratura.
El ciudadano común y corriente, al tomar conciencia del altísimo nivel de corrupción que se ha ido descubriendo, pasó de la indiferencia a la indignación, con el agravante que ya no cree en nadie, y casi no distingue entre los honestos y los corruptos, entre los honorables y los indignos, entre los honrados y los ladrones.
Lo antes señalado es peligroso pues el ciudadano elector, debido al desánimo y desconfianza señaladas, puede inclinarse en el futuro a opciones políticas extremistas y/o populistas que podrían romper no solo la institucionalidad del país, sino retroceder décadas de lo avanzado en la economía, con una sola direccionalidad que es la economía social de mercado, la que ha logrado mejorar el desarrollo del país, elevar niveles de vida de buena parte de la población y la reducción de la pobreza y de la extrema pobreza.
Desandar lo recorrido sería terrible, pues los ciudadanos ya evidencian que para llegar al bien de todos con la elevación de niveles de vida, se requiere de una larga cadena en que el eslabón final es el bienestar, pero para alcanzarlo se requiere del anterior eslabón que debe ser la existencia de trabajo, y luego de otro precedente que tiene que ser la inversión privada que es la que demanda los puestos de trabajo. Pero para que exista inversión se requiere de otros eslabones como son la tranquilidad interna del país, la estabilidad en las reglas de juego que es la normatividad legal, la predictibilidad tributaria y, por último una administración de justicia eficiente y honesta.
La pregunta qué cae por su propio peso es ¿Cómo recobrar la credibilidad en las autoridades y el respeto hacia ellas? Considero que la respuesta no es otra que ser severos en la lucha contra la corrupción, lo que debe realizarse con serena y eficiente investigación de las denuncias a los representantes de las empresas constructoras que son inculpadas y que la punición sea severa dentro de la Ley. Ello por supuesto sin atentar contra las obras en proceso que podrían hacer quebrar a proveedores y sub-contratistas y perder empleo a miles de trabajadores.
Y para el futuro, repetir hasta el cansancio, sobre todo a escolares y universitarios que quien no vive para servir (honestamente) no sirve para vivir.