LA RUEDA DE LA FORTUNA
Por. Antonio-Pedro Tejera R.*
Estamos ante una situación expectante en cuanto al desarrollo del mundo, observando cada día como existe una evolución que sobrepasa las más intrépidas y audaces de las perspectivas que hace solo unos pocos años se nos hubiesen ocurrido.
Pareciera un sueño eso de fabricar miles de aviones, barcos parecidos a ciudades flotantes, trenes cuyo interior se asemejan a hoteles de cinco estrellas, o autobuses dotados con servicios sanitarios y hasta cocinas. Ahí lo tenemos, no estamos soñando.
En esa rueda de la fortuna, países enteros han emergido de la nada gracias a unos recursos naturales que el desarrollo del mundo ha necesitado para seguir su rumbo, y otros países han sabido aprovechar ese bienestar de la situación para, sin tener estos recursos naturales, disfrutar de este impulso económico, al poder ofrecer sus atractivos y sus servicios a aquellos que, como decimos, su desarrollo estaba basado solo en los recursos que la naturaleza les había aportado. Esta es la realidad del mundo actual y sobre la que se ha venido desarrollando el mundo entero, cada vez más concienciado en el valor que tiene el consumo, para ello nada mejor que el movimiento de personas: el generalmente llamado turismo.
Alrededor de esta estrategia de gestión se mueven los países, siendo sus gobernantes los responsables de orientar y cuidar que su población camine por el sendero de la prosperidad común con las debidas garantías.
Turismo low cost. Esa es la fórmula que han detectado los expertos analistas mundiales del sector humanístico, como la ideal para propiciar ese desarrollo armónico deseable. No hay otra fórmula mejor.
Un ejemplo esclarecedor lo tenemos en una publicación que la estudiosa Ana Urribarri, ha colocado en Facebook en fecha reciente. Nos cuenta algo real que sugiere muchas cosas.
Copiamos:
“¿Alguna vez te has quedado en un hotel “todo incluido?
Recuerdo que cuando nos registramos en aquel imponente resort, nos pusieron un brazalete verde manzana en la muñeca. Nos explicaron que no debíamos perderlo, pues él nos daría acceso a todas las instalaciones, que con él podíamos disfrutar de todo lo que había de esa puerta en adelante.
Y así fue.
Cada día podíamos recorrer aquel increíble lugar y bañarnos en cualquiera de sus hermosas piscinas.
También recuerdo que algunas personas preferían quedarse en la habitación, yo me preguntaba ¿Cómo es posible que no quieran disfrutar de este regalo? ¡Si ya todo está pagado!
En aquel lugar también teníamos acceso a los diferentes restaurantes que formaban parte del complejo. Había un surtido impresionante de comidas, postres y bebidas.
Solo había una regla: “Nada se podía llevar, todo era para comer ahí”
Un ejemplo vivo de lo que la rueda de la fortuna nos ha facilitado y que debemos hacer todo lo posible por expandirlo y que llegue al mundo entero. Turismo low cost.