GRATOS RECUERDOS DE NAVIDAD

By Elena Tejera*
Recordamos como ayer la última navidad que pasamos con la abuela materna, la alegría y el regocijo que sentíamos, tendríamos alrededor de 8 años mas o menos porque todavía no habíamos tomado la primera comunión, éramos una familia numerosa entre niños y adolescente en nuestra casa, donde mamá con actitud férrea y sin lugar a protestas, imponía disciplina para que los vestiditos, camisas y zapatos nuevos llegaran tal cual a casa de la abuela donde pasábamos por una segunda revisión, si los lazos y las trenzas que mamá nos hacía a las dos niñas del grupo estuvieran en su sitio y bien armados…
No obstante, nada de eso importaba por la ilusión de la gran noche buena y cena que íbamos a disfrutar, les comentamos como recordamos a la abuela, era una mujer alta y robusta de rostro serio, que vestía siempre de negro imponía respeto, pero que al abrazarnos toda seriedad se diluía y su aroma a fruta fresca, nos fascinaba. Nuestra abuela vivía en Santa Clara más o menos a 1 hora de Lima y llegar a su enorme casa huerta, era parte de la aventura, donde los enormes perros Nerón y “jalachaki” (expresión quechua que significa cojo) tal vez lo llamaban así, porque tenía una pierna trasera más corta que las demás, nos recibían con grandes muestras de alegría.
La cena en la casa de la abuela era tradicional, pavo horneado relleno con algo delicioso que no sabíamos que era, pero no era cualquier pavo era un pavo enorme especialmente criado y alimentado para esa fecha, cuyo sacrificio era toda una ceremonia pues decían que primero tenían que emborrachar al pavo para que su carne tuviera un sabor especial… La verdad en esa época no entendíamos nada de la parafernalia de la preparación del pavo lo único que sabíamos que ese pavo sabía a gloria y nada de arroz “árabe” y ensaladas raras, era un arroz blanco, con alverjitas(petit pois) y choclo, pero nada de aceites procesado no,no,no, amigos nuestra abuela utilizaba manteca de chancho(cerdo) y los infaltables tamales preparados por ella y su corte(tías) y puré de manzana que crecían en sus huerta, mi abuela sin saberlo ni beberlo aplicaba lo que ahora es un lujo alimentos «Km 0».
Ciertamente, no había mantel rojo ni candelabros, muchos menos copas de cristal, era una enorme mesa de madera cubierta con hule de fondo blanco con florecitas a nosotros nos parecía muy bonito, absurdo pensar en árbol de navidad supuestamente bañado de nieve que no existe en la costa de nuestro país todo era muy rustico familiar e íntimo pero cargado de simbolismo inigualable, puesto que la noche del 24 todos juntos en fila siguiendo a la abuela que iba al frente llevando al niñito en sus manos íbamos felices cantando “vamos pastorcitos vamos a adorar al Dios de Judea que ha nacido ya”, y al compás de ese cantico sencillo pero melodioso, mi abuela depositaba al “Niñito Jesús» en el humilde pesebre del enorme nacimiento de estilo ecléctico, pues tenía desde patitos en una piscina de espejo hasta un gato, y las consabidas latitas donde había germinado el trigo y las lentejas, que según la abuela era bueno para la felicidad, la vida, la esperanza y la abundancia para el nuevo año.
El desayuno del otro día era inolvidable, nuestra abuela se metía a su cocina y preparaba una especie de fritanga con todos los menudos del pavo con papitas fritas, pan recién horneado, tomábamos chocolate recién preparado con leche fresca que tenía una nata espesa, y que traía una señora de una granja vecina…mientas nosotros y los primos habríamos los regalos que nos había dejado papa Noel por ser niños buenos…
Inolvidables las carreras en la huerta, persiguiendo los patos y las gallinas del «almuerzo» del día 25, en colaboración con Nerón y «jalachki» que se divertían tanto como nosotros, en los juegos a las escondidas en la enorme huerta y la trepada a la inmensa higuera, de la cual nuestra abuela preparaba unos higos verdes en almíbar y mermelada de higos que mamá traía a casa pues en esa estación y por el clima caluroso de Santa Clara la higuera estaba con tantos higos en sus ramas que acababan en el suelo….
Nuestra abuela era una excelente cocinera y amaba ofrecer a su abundante familia todo preparado por ella por lo tanto ese horno de barro no descansaba con el horneado de panes y biscochos que hacías las delicias de toda su familia, especialmente de la alborotadora chiquillería…
Por cierto, nosotros éramos niños sin tabletas ni celulares y creíamos en todo eso que nos parecía fantástico.
Es un hermoso recuerdo que nos llena de nostálgica alegría, pero a la vez de tristeza porque ya lo dijimos fue la última Navidad Feliz con nuestra querida e inolvidable abuela… DESCANSA EN PAZ ABUELA. NO TE OVIDAREMOS JAMÁS…
*Master en Turismo y Comunicación.
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